Fuente: El País |
El mito de las dos Españas renace de nuevo con otra orientación. Gira 90º el eje vertical de la izquierda y la derecha para colocarse en el crudo horizontal separador. El sur y el norte están otra vez más distanciados. Si la recomposición postfranquista del Estado hacia las autonomías consiguió de alguna manera reducir la diferencias económicas entre ambos, la crisis está devolviendo la realidad a los datos anteriores a los ochenta.
Los datos del paro de hoy demuestran que, aunque la situación sea dificíl para todos los territorios, el norte sigue aguantando mejor el desempleo y todas las coomunidades más arriba de Madrid están por debajo de la media. El sur, por contra, mantiene estructuras económicas inestables y deficientes que se diluyen rápidamente cuando hay el mínimo atisbo de recesión. Y en la que estamos ahora no es precisamente pequeña.
Este aumento de las diferencias no sólo tienen efectos sociales evidentes, sino también en el plano institucional. Con datos así, la idea de la solidaridad interterritorial se hace cada vez más insostenible. Los ricos quieren seguir siendo más ricos -sobre todo ahora que ven en peligro su estatus-, y los pobres quieren seguir teniendo ayuda para no terminar aún peor. Ya hemos visto que los debates de estas semanas en torno a la liquidez de las administraciones autonómicas (que no coincide necesariamente con los datos macroeconómicos), tienen como trasfondo al modelo autonómico en sí. Además, aunque ya viniera de antes, también se acrecienta la cuestión de las aspiraciones fiscales propias de Cataluña, quien quiere acabar con su déficit de inversiones.
La historia sur-norte da para mucho. Extrapolando a casi todos los contextos ocurre la misma dicotomía. Hoy lo vemos también en la furia que han levantado en Alemania la 'bondad' de las palabras del presidente del BCE, Mario Draghi que han dado un respiro a la bolsa y prima de riesgo españolas. Las cabeceras alemanas se ceban con lo que para ellos es un error: no se debe beneficiar a los torpes, vagos y desobedientes países del sur (europeo).
La teoría que rula por España para dejar de subvencionar (o mamandurriar como diría Esperanza Aguirre) a las comunidades del sur también van en esa línea. Y dejando claro que, por supuesto, lo necesario es combatir los problemas estructurales y endémicos de economías como la andaluza más que darles limosna, es peligroso que se descuelgue la idea de la solidaridad para construir Estado. Porque finalmente en quien repercuten estas cuestiones es en los ciudadanos, los territorios no son más que nombres. Y en los hechos, muestran objetivamente que los ciudadanos del sur viven peor.
Seguir por la senda de la desigualdad difícilmente va a conseguir una sociedad más capacitada para salir de la crisis. Es necesario que la financiación de las comunidades se ajuste a las necesidades que tienen, basadas en costear el Estado del Bienestar. Cataluña recibe menos dinero de Madrid, pero costear su propio Estado del Bienestar es más barato, porque sus ciudadanos lo necesitan menos. Además, los fundamentos liberales que sostienen al partido que gobierna allí, están en contra de intervenir en economía y de gastar en servicios sociales, por lo que no debería demostrar tanta insistencia en reducir el déficit fiscal con la excusa de que lo necesitan para costear sus servicios porque sencillamente, no es cierto. CiU esconde, como la derecha española, su ideología ante la premura de la crisis (y su dependencia con España) para decir que los recortes que hace no tienen otra alternativa, cuando en realidad, forman parte de su proyecto político.
Los datos del paro de hoy demuestran que, aunque la situación sea dificíl para todos los territorios, el norte sigue aguantando mejor el desempleo y todas las coomunidades más arriba de Madrid están por debajo de la media. El sur, por contra, mantiene estructuras económicas inestables y deficientes que se diluyen rápidamente cuando hay el mínimo atisbo de recesión. Y en la que estamos ahora no es precisamente pequeña.
Este aumento de las diferencias no sólo tienen efectos sociales evidentes, sino también en el plano institucional. Con datos así, la idea de la solidaridad interterritorial se hace cada vez más insostenible. Los ricos quieren seguir siendo más ricos -sobre todo ahora que ven en peligro su estatus-, y los pobres quieren seguir teniendo ayuda para no terminar aún peor. Ya hemos visto que los debates de estas semanas en torno a la liquidez de las administraciones autonómicas (que no coincide necesariamente con los datos macroeconómicos), tienen como trasfondo al modelo autonómico en sí. Además, aunque ya viniera de antes, también se acrecienta la cuestión de las aspiraciones fiscales propias de Cataluña, quien quiere acabar con su déficit de inversiones.
La historia sur-norte da para mucho. Extrapolando a casi todos los contextos ocurre la misma dicotomía. Hoy lo vemos también en la furia que han levantado en Alemania la 'bondad' de las palabras del presidente del BCE, Mario Draghi que han dado un respiro a la bolsa y prima de riesgo españolas. Las cabeceras alemanas se ceban con lo que para ellos es un error: no se debe beneficiar a los torpes, vagos y desobedientes países del sur (europeo).
La teoría que rula por España para dejar de subvencionar (o mamandurriar como diría Esperanza Aguirre) a las comunidades del sur también van en esa línea. Y dejando claro que, por supuesto, lo necesario es combatir los problemas estructurales y endémicos de economías como la andaluza más que darles limosna, es peligroso que se descuelgue la idea de la solidaridad para construir Estado. Porque finalmente en quien repercuten estas cuestiones es en los ciudadanos, los territorios no son más que nombres. Y en los hechos, muestran objetivamente que los ciudadanos del sur viven peor.
Seguir por la senda de la desigualdad difícilmente va a conseguir una sociedad más capacitada para salir de la crisis. Es necesario que la financiación de las comunidades se ajuste a las necesidades que tienen, basadas en costear el Estado del Bienestar. Cataluña recibe menos dinero de Madrid, pero costear su propio Estado del Bienestar es más barato, porque sus ciudadanos lo necesitan menos. Además, los fundamentos liberales que sostienen al partido que gobierna allí, están en contra de intervenir en economía y de gastar en servicios sociales, por lo que no debería demostrar tanta insistencia en reducir el déficit fiscal con la excusa de que lo necesitan para costear sus servicios porque sencillamente, no es cierto. CiU esconde, como la derecha española, su ideología ante la premura de la crisis (y su dependencia con España) para decir que los recortes que hace no tienen otra alternativa, cuando en realidad, forman parte de su proyecto político.