jueves, 20 de diciembre de 2012

Por qué la portada de El Mundo se equivoca



La portada del diario El Mundo de hoy supone uno de los posicionamientos más torpes que se pueden ver en política. En primer lugar, habría que ver hasta qué punto tiene cien por cien validez la información suministrada por “fuentes de Moncloa” sobre su intención de “utilizar el artículo 155 de la Constitución, lo que implicaría intervenir de facto la Comunidad Autónoma de Cataluña”. Es decir, que Moncloa lo piense no es extraño, lo raro es que lo exprese así de abiertamente y también, como el rotativo, de torpemente. Si no era la intención del Gobierno difundir una amenaza así, debería salir a decirlo y desacreditar al periódico (aunque en el fondo lo piense).

Porque, desde luego, si lo que pretende es ‘combatir’ la hoja de ruta de Mas y Junqueras para la consulta, lo único que puede conseguir Rajoy con esto es un efecto rebote con un apoyo más amplio al pacto de CiU y ERC del que ya tiene. Justo lo contrario de lo que se supone, desea la derecha. Se nota que el grado de confrontación que implica el titular no está correctamente analizado.

Lo primero, porque no se puede levantar la sospecha de ilegitimidad sobre el pacto, o sobre el hecho de que acuerden los dos líderes, a menos de un mes de haber sido elegidos democráticamente de forma mayoritaria. Es un absoluto error. El gobierno puede estar todo lo en contra que quiera del pacto, pero lo primero que puede hacer no es intentar desacreditarlo, sino actuar, convocarles a una reunión, intentar acuerdos, negociar, dialogar. Lo que sea, antes de la táctica estrella de Rajoy: dejar que los problemas se pudran y lanzar amenazas al aire.

Lo segundo, porque además, el periódico y el ejecutivo se equivocan de foco: la autonomía de Cataluña no es algo que le compete a los votantes de CiU y ERC, si no a todos los catalanes. Todos. Incluidos los que votaron al PP o a Ciutadans. La autonomía es lo que le da motivos para existir a Alicia Sánchez Camacho o Albert Rivera, es lo que les permite tener un espacio político donde poder posicionarse en contra de este pacto, si quieren. Pero en cualquier caso es un espacio público conquistado por todos. Por lo tanto, si el Gobierno ‘amenaza’ con quitar la autonomía a  Cataluña, está amenazando a todos. Está ‘castigando’ a mucha más gente de la que pretende. Lo cual, aparte de ser injusto, es desastroso políticamente.

Desde luego, el escenario que plantea El Mundo está lejos de ser realidad. Lo que sí es más probable es que un gobierno que suspenda la autonomía de un territorio no pueda aguantar mucho tiempo más en el poder. Es difícil imaginar que una situación donde Cataluña no tenga autonomía no sea contestada por la comunidad internacional, a parte de por muchísima gente en la calle y por una desacreditación total. A lo mejor es eso lo que buscan.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Jose Luís




Nunca he votado al PSOE. No sé si lo haré en un futuro (si tuviera que hacerlo ahora, tengo claro que no lo haría). En este mismo espacio he sido crítico con el partido, por lo que creo que no soy sospechoso de mentir.

He ido al homenaje de Felipe González en un acto de curiosidad e invitado por una amiga militante, a la que le hacía ilusión verme allí. La experiencia ha sido positiva. Por suerte, no ha resultado un mitin recalcitrante. El formato elegido era una especie de debate donde González y Rubalcaba discutían sobre temas pasados y actuales. En modo ameno, sin mensajes cocinados en los malditos gabinetes de partido hasta la segunda mitad donde sí ha tenido cabida un tono más oficial. Han llegado incluso a darle la oportunidad de participar a Zapatero en un momento del debate.

El acto estaba pensado para ser entre emotivo y sereno, en un intento de agradecimiento a la figura del ex presidente González y de auto-regocijo por los “logros sociales alcanzados de la mano del partido”. Tiene bastante pinta de punto de inflexión en el que, tras perderlo casi todo en las últimas cinco elecciones, el partido se mira al ombligo e intenta regenerarse de cara al futuro. Lo intenta. Ya veremos.

Ya he dicho en alguna ocasión que no llevo bien lo de mezclar la política y los afectos. Pero dicho esto, tengo que reconocer una cosa. He evitado aplaudir en los momentos en los que todo el mundo lo hacía, por convicción. Pero sólo ha habido una ocasión en la que sí lo he hecho, e incluso emocionadamente. Ha sido un gesto bastante espontáneo, en el que todo el Palacio de Congresos se ha puesto de pie cuando Rubalcaba ha reconocido, en un comentario que no he logrado retener del todo, las políticas de igualdad de Rodríguez Zapatero.

Hace unos meses en una discusión con amigo sobre la denostada imagen del expresidente, él defendía con mucha convicción la necesidad de reconocer su legado en materia de derechos civiles, concretamente en el matrimonio igualitario. Como decía, la política y los sentimientos, tienen que ir muy separados en mi opinión. Pero tengo que reconocer que esa decisión política en concreto me afecta en lo más privado de mi personalidad. Por eso he sentido la necesidad de aplaudir, y de reconocer que gracias a esa decisión esta sociedad es hoy un poco mejor. Por supuesto, no es un mérito exclusivo de Zapatero, porque detrás está el trabajo del activismo LGTB. Pero sí hay una gran responsabilidad suya en el hecho de optar por esa medida y no otra. Podía no haberlo hecho.

La cita era una excusa para agradecer Felipe González su apuesta por el Estado del Bienestar durante sus gobiernos. Yo no lo tengo tan claro. Sin embargo, me resulta menos dudoso reconocerle a Zapatero, aunque no lo haya votado, que su apuesta por la igualdad fue un gran éxito del que me puedo sentir orgulloso. Y no es de recibo enterrarle en la indiferencia por sus (muchos) errores cometidos. La democracia funciona así, supongo.