miércoles, 30 de enero de 2013

Lugares comunes


Fuente: oroD
En toda buena conversación media entre españoles medios existe un basto terreno de tópicos y creencias aceptadas por (casi) todo el mundo que permite a dos personas que no se conocen, en un ambiente relajado –normalmente el bar-, arreglar las desdichas del mundo en un santiamén.

Son los famosos ‘lugares comunes’, cada vez más presentes en la comunicación política e institucional y que se trasladan o retroalimentan con los que usa la gente de la calle. Utilizados, por ejemplo, por el Rey en sus mensajes navideños, generan una falsa apariencia de neutralidad y de “sentido común” –gancho fácil que utiliza Rajoy para calificar sus medidas- que funciona muy bien. En publicidad son el pan nuestro de cada día y el famoso anuncio de ‘El currículum de todos’ es el ejemplo estrella.

En el fondo, este tipo de discurso de consenso, supuestamente apolítico y anti-todo vela una ideología conservadora que consigue integrarse en la comodidad de la clase media sin que se dé cuenta, lo que provoca esa sensación rara de que todo el mundo está en contra del gobierno de turno que acaba de arrasar en las últimas elecciones.

La famosa ley del silencio –el miedo a opinar en público lo contrario a la mayoría por ser aislado- es la gran generadora de estos lugares que, con situaciones de agenda informativa tan llamativa como las que tenemos últimamente: crisis, ‘política’ y corrupción, disparan el número de conversaciones tabernarias. Véanse:

“Son todos unos chorizos”

Es el lema de moda en semanas como las dos últimas, cuando los escándalos de corrupción salpican de mierda a los grandes partidos. Cuando se habla de corrupción, el lugar común está en meter a todos los partidos –para que nadie se enfade- y en autoexcluirse a sí mismo y al interlocutor como personas 100% honradas. Los políticos. Nada más. Ni empresarios, ni pequeños defraudadores, ni la economía sumergida, ni esa cita con el cardiólogo que tuvo tu abuela la semana pasada sin esperar porque tu cuñada es enfermera en la planta de cardiología del hospital.

Por supuesto que no es comparable ser el tesorero del partido en el gobierno y esconder 22 millones de euros en Suiza de procedencia dudosa con tener un enchufillo en la planta de cardiología del hospital, claro que no. Pero no se puede desligar el grado de corrupción de la clase política respecto de la sociedad en sí mismo. Cuando hay un nivel tan alto y tan visible de corrupción como en estos momentos, es porque de alguna manera existe cierta tolerancia en la sociedad. Si todos aceptamos que nuestro amigo pequeño empresario con una casa y un coche más que nosotros, declare a Hacienda la mitad de lo que gana para que a su hijo le den beca, probablemente será más fácil que aceptemos que un partido reciba donaciones de una empresa para que cuando gobierne le haga contratos favorables. 

A la vista está. Sabiéndose esto, actualmente hay grupos parlamentarios con gran parte de sus diputados imputados en casos de corrupción que han sido elegidos con mayorías absolutas. Y alcaldes. Y presidentes. Pero es mucho más fácil trasladar la responsabilidad a ‘los otros’ que aplicársela a uno mismo en las acciones cotidianas. Y además, te hace quedar bien en el bar porque has metido en el saco también a tu partido.

“No se ponen de acuerdo, que pacten”

El relato del gran pacto, o la “alta política” como también citó el Rey en su discurso navideño nos viene de la transición. No hace falta desmitificar otra vez el cuento maravilloso que nos han trasladado siempre sobre el consenso y lo de que “ambas partes cedieron”. Porque, ¿de verdad un pacto cocinado en despachos arregla problemas tan graves como el paro, que a pesar de afectar a casi 6 millones de personas no incide en todo el mundo por igual? ¿Cómo va a participar en el pacto un partido que legítimamente tiene puestos sus intereses y representa a gente a la que no le afecta el problema? ¿Alguien se lo cree? Que la solución sea urgente no significa que un acuerdo, cualquiera, lo pueda arreglar. 

Esto además, tiene otro cariz. El “siempre se están peleando” viene a dar a entender de alguna forma que nos da pereza que se ofrezcan cosas distintas y tengamos que realizar el enorme esfuerzo de entender todas las opciones y elegir. Preferimos que ofrezcan una opción pactada. Es otra manera de desviar la responsabilidad política que tenemos a la hora de votar.  Pero ¿acaso no se trata de tener que elegir en democracia?

“No hay justicia en este país”

Este es uno de los más extendidos. Casi todo el mundo está descontento con la justicia y en realidad, hay cierta razón en que es excesivamente lenta y burocratizada, a parte de que obviamente, los jueces también se equivocan. Pero lo que provoca que se busque el entendimiento bajo este lugar común en conversaciones controvertidas es el desconocimiento y el papel tan importante que tiene la prensa rosa y de sucesos en este país. 

Desinformando, los casos más escabrosos de sucesos –últimamente casi siempre relacionados con niños, lo que ‘duele’ a todo el mundo-, pululan por programas de televisión machaconamente. Sin más misión que el revolvimiento de los estómagos y la afloración de sentimentalismos, nunca hay espacio para reflexionar con razonamientos argumentados, lo que da lugar a situaciones grotescas como manifestaciones contra algunas de las condenas más fuertes vistas de los últimos  años o el aumento de la connivencia con la cadena perpetua o incluso la pena de muerte. Una regresión absoluta amparada en una falsa sensación de desprotección que contrasta con datos objetivos: uno de los códigos penales más duros de Europa.

“Es que con la crisis… a ver si pasa ya”

La crisis como maldición satánica que ha caído del cielo es un argumento-excusa estupendo para hacer o dejar de hacer cosas, y pensar de una manera y la contraria a la vez. Une a todos porque parece que afecta a todos. Sirve para lamentarse tanto del conocido que se ha quedado en paro como del empresario que “se ha visto obligado” a despedir por culpa de ella. Es el cáncer compartido, acompañado del famoso pildorazo que se ha conseguido introducir en nuestros sentimientos de culpa: hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. 

Tampoco hace falta explicar que ni afecta a todos por igual, ni ha venido del cielo. Tiene responsables, algunos en más medida que otros. Como todo. Pero es curioso que para esto sí hayamos repartido nuestro poquito de responsabilidad a cada uno y para el tema de la corrupción no. Será porque estos platos sí los estamos pagando entre todos (con recortes aceptados porque, claro, la crisis) y los otros no, ya que no conviene tanto (lo de la tía y el enchufe en el hospital, ya saben).


"Antes, todo era mejor"

Para terminar, es la mejor fórmula antes de pagar la cerveza. Después de haberlo arreglado todo, apelar al pasado, sea cual sea, en el ámbito que sea, siempre permite encontrar algo en común con el interlocutor en el caso de que haya habido algún mínimo desencuentro. Quizá sea porque la población es cada vez más mayor, con una tasa baja de natalidad, lo que hace que la media de edad del conversador tabernero vaya aumentando y por lo tanto la posibilidad de que haya más un “antes” que fuese “mejor”, es mayor. En realidad, es una percepción que tienen todas las generaciones obviamente vinculada a la experiencia personal, que suele ser más agradable cuando se es joven por razones físicas y menos cuando se es mayor por las mismas. Además, el trasfondo de país católico con las mayores cuotas de influencia de la religión en las edades más altas, hace que la idea de supuesta degradación moral sea factible en una sociedad cada vez menos ligada a la Iglesia.

Estos son sólo algunos, pero lugares comunes hay muchísimos y de cualquier tipo. Éstos están vinculados de alguna forma a la situación más actual y pueden ser escuchados con más frecuencia ahora. Pero en realidad, los estructurales son mucho más comunes y difíciles de identificar precisamente por estar instalados en las creencias de todos: la idea de nación (ya sea española, catalana, eslovena, bielorrusa o la que sea) o el mito del progreso infinito (aunque este igual sí se deshace).

2 comentarios:

  1. acabo de darme cuenta de que la foto que usas en la entrada (que me sonaba y no recordaba de qué) es mía. Exijo créditos y réditos.

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    1. Créditos puestos. Para los réditos habrá que esperar...

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